Arte y Vida

Arte y Vida

lunes, 20 de diciembre de 2010

Todavía aprendiendo.

Carlos Martínez Abarca. He de quedarme con este nombre. Como persona, como profesor de interpretación, sobrepasa lo magnífico. Hoy (aunque no es el primer día, pues cada día que estoy a su lado aprendo algo nuevo) me ha dado una lección.

El jueves pasado tenía previsto un ejercicio de improvisación de Layton junto a un compañero de clase. Mi tercera improvisación. Tras prepararla al detalle, con el máximo empeño e ilusión, Carlos nos echó atrás la improvisación por algunos problemas, no la hicimos. Mi cara era un poema de terror. Me entraron unas ganas horribles de llorar y un cabreo razonable. Al final de la clase, Carlos me pidió una tutoría y estuve hablando con él. Le dije que no sabía hasta qué punto arriesgar en las improvisaciones y que no sabía si era más interesante hacerlo desde mi vida personal o desde la imaginación, pues se supone que un actor debe saber imaginar, pero también es interesante trabajar desde recuerdos, sensaciones... Me contestó que era más interesante trabajar desde lo imaginativo, siempre trabajando desde un "centro vital" del que se compone el actor en el cual reside todo comportamiento, sensación, emoción, conducta... Y, a través de ahí, sacar el personaje. "Al público no le interesa la vida de Sergio, le interesa la del personaje. Como mucho, puede interesarle observar cómo Sergio saca a través de ese centro vital lo que necesita para el personaje." Quiero la improvisación para el lunes, me dijo.

Hoy nos ha vuelto a tirar la improvisación. Y esta tarde he vuelto a hablar con él. Le he dicho que a veces siento que los temas que escojo son muy poco arriesgados. Me ha vuelto a recordar que de lo más simple se puede llegar a lo más complejo (algún día hablaré en el blog de las atmósferas). "Sergio, si tuvieras que irte a una isla con un solo libro, seguro que querrías llevarte mil, pero solo puedes coger uno. Lo mismo pasa en este curso. Puedes sacar mil ideas, pero si me tuviera que quedar con una, elegiría la escucha. Y eso es lo que vi en tu última improvisación. Escucha con el espacio, con el compañero y contigo mismo. Eres un chico muy valiente. Trabajas muy bien en clase y tienes claros los conceptos que estamos viendo. Deja que sea yo el que te lleve, olvídate de lo demás." Sinceramente, se me erizaron los pelos.

De nuevo, con ganas de llorar (y estoy dando la imagen de ser un llorica, pero soy justo lo contrario) le dije que me veía en un laberinto gigante sin saber donde estaba. Me dijo que eso era precisamente lo que debía sentir un actor. Y que cuanto más pasa el tiempo, mayor tiene que ser esa sensación, pues cuanto más sabes, más abanico de posibilidades hay y, por tanto, más grande se hace el laberinto. [Me lo explicó con un dibujo gráfico el cual tengo en mi poder para mirarlo cada vez que esté confuso y ver que gracias al laberinto y dándole tiempo al tiempo voy a poder descubrir más y más caminando por él].

¿Sabes quién es Miguel Ángel?, me preguntó Carlos.
Sí, dije.
Para mí, ha sido el mayor artista que ha dado el mundo. ¿Sabes cuál fue la última frase que dijo antes de morir?
No.
Todavía aprendiendo...

Sergio

sábado, 18 de diciembre de 2010

Me retiré del teatro porque los espectadores me molestaban.

¿Por qué quiero ser actor? Porque desde que soy pequeñito, es algo que he llevado encima. Y gracias a la vida he llegado a concebirlo como algo indispensable para mí, un sueño, otra realidad, otro aquí y ahora... Porque encarnar a un personaje absurdo es justo lo que me falta en la vida. Porque ese olor a teatro, esos nervios antes de salir a escena, esa inquietud de no saber qué va a pasar, esa niñez, etc. es algo que también me falta en la vida. Y por muchas cosas más, infinitas. Entre otras, porque sueño estar en un escenario rodeado de mil butacas a mi alrededor, una sensación que alimenta el alma...

Me encantaría hacer teatro de calle, claro que sí. Me encantaría rodar una película, claro que sí. Me encantaría trabajar en Port Aventura en Halloween, claro que sí. Todo lo que conlleve teatro es algo muy deseable. Pero hacer teatro justo en un teatro es, como he dicho, una sensación mágica. Cuando pisas camerinos, bastidores, patio de butacas, escenario, etc., respiras un aire mágico. La cuestión es que estoy empezando a ver un problema en esto.

¿Por qué narices tengo que pagar 35 euros para ir al teatro? ¿Descuento para estudiante de arte dramático (que menos)? NO. ¿Descuento por carné joven (que menos que fomentar el teatro a esta edad)? NO. ¿Descuento por ser jubilado? NO. ¿Descuento por ser un pobre económico amante de la cultura? NO.

¿Qué broma es esta? Desde luego que la práctica teatral no es algo precisamente barato pero, ¿35 euros por una obra de teatro? Luego nos quejamos de que el teatro está decayendo, de que el cine ha sido su sustitutivo, de que al teatro van cuatro gatos... ¿Que narices es más preferible, cuatro gatos que pagan 35 euros por una obra de teatro o 100 gatos que pagan 10 o 15 euros? El resultado económico viene a ser el mismo. Y es que hay modos de acabar con semejante brutalidad. Porque no hago más que escuchar: "Joder, no puedo ir al teatro porque no tengo dinero, pero me encantaría ir a ver esto." Es decir, existe gente que quiere pero que no puede.

Claro que hay diferentes localidades y, por lo tanto, diferentes precios. Pero, ¿35 EUROS? No quiero ser actor para que me vean cuatro gatos adinerados que además, luego, son los que menos valoran. Cuatro gatos que pasan por tu lado mirándote por encima del hombro porque con sus mejores etiquetas van a sentarse en primera fila. Y tú, por pobre, a la cazuela. Sinceramente, es que me molesta. Es increíble que a estas alturas haya tanta desigualdad social. ¿De quién depende esto?

Y es que 35 euros para ir a ver una obra de teatro es una bestialidad. Ir a verla decentemente, digo. Porque por poder, puedes pagar 7 euros y adentrarte en la profundidad del gallinero (sí, hace cinco siglos en el peor sitio se situaba lo más desprestigiado, "gallinas". Actualmente, visto lo visto, también.). "Sentado" allí en la última fila, casi rozando el techo con la coronilla y, para más inri, en el lado izquierdo, girando tu cabeza 90º durante hora y media sin poder apoyar la espalda, por supuesto, para poder alcanzar más visibilidad. Hora y media queriendo irte a casa porque no ves más que mitad de la escena, porque te duele la espalda, el cuello y los pelos de las pestañas y porque escuchas gracias a los altavoces que tienes a ambos lados de las orejas.

Joder, para esto me voy al cine. O me quedo en casa viendo Física o química.

Y luego, como he dicho, la cultura escasea. Y nos quejamos...

Sergio

lunes, 13 de diciembre de 2010

Cuando estás en escena, el teatro es la única realidad. Lo demás, el mundo exterior, lo que los civiles llaman el mundo real, no es nada más que fantasía.

Respecto a la vida del actor, os recomiendo que os dejéis empapar por semejante entrevista.

¿Creéis que el trabajo del actor afecta indirectamente a la salud de éste? Trabajar con tus emociones es algo muy complicado. Cuando una persona llora porque sufre por algo que le ha pasado (un desamor, un fallecimiento...) es afectada su salud, su forma de estar. ¿Y si un actor tiene que procurarse una gira de 6 meses interpretando a Hamlet, el sufrimiento en persona?

Sergio