Arte y Vida

Arte y Vida

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cuando estés perdido, vuelve al origen.

Antes de nada, no puedo sino volver a mencionar un nombre más que importante en mi actual carrera y, sin  ir más lejos, incluso en mi vida. Hablo, de nuevo, de Carlos Martínez Abarca, mi gran profesor de Interpretación.

Tener la suerte de poder compartir horas con él, aprendiendo desde los pequeños detalles hasta las grandes cuestiones de las que se nutre un actor es todo un privilegio. Pero, no conforme con eso, es una persona más que implicada, que no ha estado sino ayudándome durante todo el curso tratando de impulsarme para saltar cada una de las grandes barreras que sobrevienen. Y lo ha hecho con una paciencia y un amor enorme.

Si tuviera que agradecerle todo su apoyo, probablemente me quedaría sin habla. Porque no es fácil tomarse todo el tiempo que él se ha tomado conmigo y la forma en que lo ha hecho. He de sentirme afortunado, muchísimo. Porque yo y mis compañeros de clase somos la envidia de cualquier joven cegado por el arte del actor.

Gracias, Carlos.

Y, tras esto, anclándonos en el tema que hoy me ocupa, introduciré mis pensamientos diciendo simplemente: Tal y Tal.

Y es que, tras estos últimos momentos de tormenta, no me ha quedado otra opción que recordar viejos tiempos. Porque Tal y Tal es el nombre de mi primer y, hasta el momento, último grupo de teatro en el que he estado. Grupo que se creó cuando entré (hace ya 7 años) y que se deshizo cuando salí (el año pasado).

No puedo sino recordar estos momentos de mi vida como más que felices, entre otras cosas porque más allá de ser mis orígenes, ha sido lo que me ha impulsado a crecer como persona, como joven actor y como joven soñador. Han sido todos y cada uno de mis compañeros y mi gran directora y amiga, Olga Ezpeleta, los que me han permitido flotar entre ese mágico mar de ilusiones. Si algo he aprendido de todos ellos es que la ilusión, el amor y las ganas por crear no han de perderse. Es lo único que nos queda al fin y al cabo, antes y después del trabajo.

Porque situarte entre bastidores mientras se abre el telón con un público más que implicado no es una sensación cotidiana. Es una sensación mágica y muy especial. Y no puedo sino sentirme más que afortunado de poder haber tenido la oportunidad de sentir todo eso, porque es muy grande.

Ahora, cada uno de nosotros nos movemos por tierras diferentes. Pero siempre quedará ese granito de arena común en nuestro interior.  Qué alegría.

Siempre recordaré a cada uno de mis personajes como mis primeros grandes tesoros.

Porque el teatro aficionado es un gran impulsador. Porque directoras como Olga, implicadas tan de lleno en su trabajo, en crear al fin y al cabo mágicas historias, no se encuentran fácilmente. Y porque jóvenes creadores amantes del teatro, son el futuro de éste.

Sueñen, imaginen, creen, amen y luchen. Merece la pena.

Una última intervención, a modo de cuestión. ¿Qué pensáis (honestamente, por favor) a cerca de esta obra, 4´33´´?

Sergio

sábado, 7 de mayo de 2011

El arte, o te apasiona o te horroriza, pero nunca te deja indiferente.

Como ya he comentado en anteriores actualizaciones, el tiempo del que dispongo actualmente para actualizar el blog es reducido. No obstante, no sólo son éstos los motivos que me retraen a no escribir en el blog. Todas mis grandes preocupaciones actuales se resumen en una sola palabra: frustración.

Arte Dramático, una carrera para tontos. Una carrera para tontos que requiere un compromiso y una implicación personal tanto física como psíquica muy alta. Más que alta, y más en fechas tan señaladas. Y más que el agobio constante de proyectos, trabajos y exámenes a la vista, mi preocupación principal enfoca hacia otro punto: ¿dónde queda la ilusión, las ganas de crear, el amor hacia el trabajo, la auto exigencia y la creación de un cuerpo totalmente (y digo totalmente) volcado a un duro y arduo trabajo? ¿Dónde quedan esos principios que ya Stanislavski nos contaba en su Ética teatral y que, no hace mucho tiempo, regían mi felicidad y mis ganas de avanzar en el trabajo? ¿POR QUÉ mi trampolín se ha vuelto rígido y frágil?

Estas y otras preguntas rondan estos últimos días mi cabeza. Y es que no es agradable ver que todo el amor inicial dedicado al trabajo desaparece conforme aparece un sentimiento de agobio y carga negativa. Obligación, casi. ¡Ag!, malvada palabra. ¿Qué narices pasa? Sé que todo el amor, ganas, ilusión e implicación están ahí, aguardando en lo más profundo de mis adentros. Pero, ¿aguardando qué o a quién? ¡El proceso es ya! ¡Heme de despojar ya de esa fea y pesada máscara que tanta pena y nostalgia produce!

Pero claro, ¿no es imposible "hacerse producir" a sí mismo un sentimiento de amor voluntario? ¡Qué modo tan despreciable y artificial, el forzarse a sentir!

En fin. Aguardaré, a ver qué pasa.

Sí es cierto, no obstante, que una potente y negativa masa ayuda a provocar ese estado de desánimo en el trabajo. La masa opresora, que no hace sino afilar las garras a la espera de una presa a la que pisotear, una masa en constante carrera por ascender. Y para ello, lo que importa no es el proceso, sino el resultado. Vaya pena.

Y es que me veo afectado en primer grado respecto a esto. Quizá sea una simple y pesimista visión, algo de fragilidad y ensimismamiento. Pero también puede que sea el resultado de observar. Porque trato de observar lo más profundamente posible, pero no hago sino encontrar grandes y oscuras brechas que se abren ante mí como si de abismos se tratara. Y es un fastidio. Porque es difícil estar con individualidades tan desastrosamente potentes. Y porque ya vale con los pisoteos.

Y, no conforme con esto, otro gran tema me presiona agudamente. El blog. Porque me es difícil escribir con esas ganas del principio. Y porque lo que escribo, es necesario mientras que sobra. Y es que no dejo de ser un joven alumno con muchas aspiraciones, pero con pocos conocimientos. Y el laberinto me viene muy grande. Y yo sólo abarco un 1% de él, si llega. Porque hay muchas cosas que contar, pero a la vez son pocas, o ninguna. Y porque lo que cuento son pequeñeces ajenas a una sociedad opresora encaminada al fracaso.

Porque me he dado cuenta de que mi blog está sumido en un camino donde reina la inexistencia del lector. O, mejor dicho, del opinante. Y es que vosotros sois el futuro espectador, quizá ya el actual. Y no me gusta notar pasividad en ello. El principal objetivo del blog cuando lo hice, aparte de propias razones, venía a ser el intercambio de opinión y la discusión sobre temas que, de alguna forma, interesan a todo lector de "arteivida". ¿Es que el lector de este blog no tiene nada que decir? ¿No tiene nada que defender? ¿No tiene nada que, en definitiva, abordar?

Este no es un blog pasivo, sino activo. Y creo que se tratan temas que dan bastante de qué hablar. ¡El proceso es ya! No os convirtáis en átomos pasivos, por favor. Tenéis mucho que decir, y cosas más que interesantes. Porque el arte no es nada sin vosotros. Porque el arte nunca te deja indiferente.

Y, en fin, así es como se siente un joven y pequeño aspirante a actor a estas alturas del proceso.

Sergio