Arte y Vida

Arte y Vida

domingo, 5 de junio de 2011

Cuando pienso en mi vocación, no le temo a la vida.

Es cierto.

Así me despido de mi primer año de carrera. Bueno, así se despidió mi profesor Carlos. Bonito final, ¿no?

No me quedaría tranquilo si hablara únicamente de "carrera". Esto es más que una carrera. Ya le decía hace un tiempo a Carlos que si cuando llegue a cuarto voy a saber hacer lo que hacen mis compañeros, siento que tengo algo muy grande entre las manos. Algo que pesa mucho, por cierto. Pero es un peso muy cómodo. A veces, claro. No siempre.

Y es que ha sido un año excelente, a la vez que difícil. Cada día me he encontrado con inmensas barreras que saltar. Y a veces las saltaba y me encontraba detrás grandes paraísos. Pero otras no las saltaba, y me quedaba atrapado a mitad. O las saltaba y encontraba otra más grande y fea. Pero hombre, ¡no hemos de dejarnos abandonar solo porque una barrera grande y fea nos impida el paso! Cuánta razón tenía Carlos cuando me decía que "el camino que se tiende ante nuestros ojos es como una alfombra que se desenrolla poco a poco [...] y que de un error o un mal día se le da una patada más fuerte a esa alfombra que haciéndolo bien".

Agradezco profundamente todo lo aprendido. A mis compañeros y, sobre todo, a mis profesores. A algún designio divino, quizá, por haberme traído hasta aquí.

Y es que es ahora que he terminado este primer camino cuando veo claramente todo lo que he recorrido. Y veo paraísos y barreras. Y muchas cosas. Pero, ¿qué gracia tiene llegar a una meta si no disfrutamos de la caminata?

No cambiaría ni un segundo de todo el tiempo que he pasado "entre bastidores", ¡o incluso en escena! Ni uno sólo. Soy más que afortunado de tener lo que tengo. De llevar ese algo tan pesado entre las manos con el propósito de hacer algo grande, muy grande. Un algo del que todo el mundo sea partícipe. Y hacer que ese algo, se convierta en otro algo mucho mejor...

Sí, amados amigos. Sueño. Me encanta soñar. Ahora que puedo, que estoy entre bastidores. Porque cuando salgo a escena, todo va tan rápido que no tengo tiempo para hacerlo.

Porque el teatro me está enseñando a hacerlo. Me está enseñando a ser mejor persona. O intentarlo, al menos. Me está enseñando que el proceso, o camino, o alfombra, es lo más bonito que hay en la vida. Que el final no existe, porque no hay final (¡Y es magnífico!, me decía Carlos). Y que escuchar lo que pasa mientras camino, hace que crezca. Que crezca como persona, como ser humano. Como ser.

Soy lo que soy. Y ojalá pudieran el resto de seres ser lo que son. Ojalá pudierais ser partícipes de lo que estoy siendo yo. Porque es una cosa muy bonita, de verdad. Mucho.

Luchad por vuestro camino. Pero no os olvidéis de luchar por lo que os rodea. Que no es poco.

Y gracias por esta oportunidad. Gracias...

Sergio

3 comentarios: