El despilafarro de la administración en relación al arte tenía un año de caducidad, y ha durado mucho.
O eso comentaba Albert Boadella, director de Els Joglars, hace un mes. Y aunque estoy lejos de conocer el estado de la administración teatral, estoy muy de acuerdo con las cosas que cuenta en una entrevista a la que llegué por casualidad.
"Un trozo de seda. Eso es el teatro. No las grandes piscinas y bosques de abedules. El concepto exhibicionista y ricachón es nocivo para el propio arte y enormemente caro". Lo siento pero el oro y el diamante no están a mi alcance. Yo voy al teatro para divertirme, supongo, o para que los pelos de mis brazos atraviesen la manga de la camiseta de emocionados que están. No para ver una construcción escenográfica digna de ser plasmada en la realidad. Para eso me voy al banco del parque a ver árboles, árboles de verdad. No un trozo de cartón. Que se jodan los actores y creen, digo. ¿No? (Guárdenme, señores actores, el secreto de que nos gusta crear). Pero que no nos den todo hecho y masticado. Es que al final, de verdad, voy a acabar hundido en la butaca, ahí, entre los algodones, de tanto dejar que me hagan.
Para ello, Boadella propone "cambiar las recetas", empezando por "atraer al público. Y para eso se necesita ingenio, no solo decir cosas importantes". Ingenio para entender al público, que no es fácil. Ingenio para gritarles que tenemos algo importante que contar, pero que será de forma bonita, sin mucho dolor.
Luego ya podemos mentirles y enseñarles otra cosa, aunque no sea la acordada. Como hacen las grandes, amables y empáticas empresas de publicidad. Pero claro, en el teatro eso no pasa, que la gente ya no vuelve. Se agradece a los que nos destrozan y se da la espalda a quienes nos ayudan. Son los contrarios, ¿no?
"La primera cortina tiene que ser comprensible y entretenida para todo el mundo, porque un lenguaje muy críptico puede provocar el rechazo". Conectiva, diría yo. La cortina. Que haya una conexión fluida entre actor y espectador. Porque se entiende y se aprecia más el contacto físico y claro que lo críptico y oscuro. Claridad. Y a través de ahí, tirar de la cuerda y acercar al público, a ver si viendo de cerca lo que se les quiere decir, les da más nosequé y se lo llevan a casa. No en el bolsillo, en la cabeza.
Sí, porque si hablamos de una cortina comprensible volvemos a lo mismo. Váyase al parque a disfrutar de lo verdadero y no vaya al teatro. Para ver lo mismo que veo por la calle no voy al teatro. Voy para ver lo que no puedo ver cualquier otro día.
El teatro es un arte imaginativo. Para el actor y para el espectador. Y para imaginar no es necesario el detalle. Con un garabato es suficiente.
Recuerden que "el arte deja de serlo en el momento que abandona la poesía de lo inducido, de la sugerencia".
Así lo entiendo yo, vaya.
Sergio
Arte y Vida
viernes, 30 de septiembre de 2011
martes, 20 de septiembre de 2011
Estar en pausa me cansa.
Me agota las ideas. Me desgasta. Me consume.
Desde hace ya algún tiempo siento lo que Rilke nos cuenta en Cartas a un joven poeta (libro imprescindible para cualquier artista) cuando dice en su primera carta, escrita el 17 de febrero de 1903: "Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: ¿Debo yo escribir? Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Sí debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde".
Necesito un algo, mis clases de Interpretación, por ejemplo, porque eso es mi cama elástica. Sin cama elástica salto pero me caigo y, como ya he dicho, me quedo sin ideas. Mis ganas de actuar, interpretar o como narices se diga empiezan ya a controlarme salvajemente. Pero las ganas de escribir se apagan. Por eso, por lo de la cama elástica.
Quiero ya empezar de nuevo, a ver cómo es la alfombra de este nuevo año. Sentirla y escribirla. Salir a escena y sentir es genial. Y tres meses sin sentir esa cosa rara que se siente son muchos meses.
Ay, qué raro me siento aquí en Zaragoza, aburrido, con mucho que hacer pero sin grandes ganas de hacerlo (sí, sí, por lo de la cama). ¡Quiero empezar otra vez! ¡Qué ansia! Os digo yo, peor que las drogas...
En fin, seguiré a Rilke cuando dice que "la paciencia lo es todo". Y me alimentaré mientras tanto de recuerdos e imágenes, como estas: Fringe Festival, en Edinburgh. Echadle un vistazo, no tiene pérdida.
Sergio
Me agota las ideas. Me desgasta. Me consume.
Desde hace ya algún tiempo siento lo que Rilke nos cuenta en Cartas a un joven poeta (libro imprescindible para cualquier artista) cuando dice en su primera carta, escrita el 17 de febrero de 1903: "Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: ¿Debo yo escribir? Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Sí debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde".
Necesito un algo, mis clases de Interpretación, por ejemplo, porque eso es mi cama elástica. Sin cama elástica salto pero me caigo y, como ya he dicho, me quedo sin ideas. Mis ganas de actuar, interpretar o como narices se diga empiezan ya a controlarme salvajemente. Pero las ganas de escribir se apagan. Por eso, por lo de la cama elástica.
Quiero ya empezar de nuevo, a ver cómo es la alfombra de este nuevo año. Sentirla y escribirla. Salir a escena y sentir es genial. Y tres meses sin sentir esa cosa rara que se siente son muchos meses.
Ay, qué raro me siento aquí en Zaragoza, aburrido, con mucho que hacer pero sin grandes ganas de hacerlo (sí, sí, por lo de la cama). ¡Quiero empezar otra vez! ¡Qué ansia! Os digo yo, peor que las drogas...
En fin, seguiré a Rilke cuando dice que "la paciencia lo es todo". Y me alimentaré mientras tanto de recuerdos e imágenes, como estas: Fringe Festival, en Edinburgh. Echadle un vistazo, no tiene pérdida.
Sergio
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