Alguien tiene que morir para que los demás sepamos apreciar la vida.
Es el contraste. Los opuestos.
He de reconocer que nunca me ha gustado especialmente leer teatro. Decir lo contrario sería mentir. He preferido siempre leer una novela o algo similar. Pero mentiría ahora si dijera que esos personajes escritos en papelillos me tienen frío. Que me aburren o que me tienen indiferente. Y sé que la novela también tiene personajes, pero la posibilidad que me brinda el teatro de poder ser el personaje es algo muy, muy especial.
Hoy, en clase de Interpretación, hemos estado estudiando las escenas que vamos a trabajar posteriormente. A mí me ha tocado, no por azar, Descalzos por el parque con Paul. Pero más allá de estudiar técnicamente la escena, hemos profundizado humanamente en el fondo de los personajes. Dios mío, "el hombre es un abismo y me da vértigo mirar dentro". Y los personajes no son sino hombres literarios.
Me constriño y me revuelvo cuando trato de conocer a esas sombras literarias. Me da miedo. Miedo porque los personajes, como nosotros, son máscaras dentro de otra, que es la que se pone el actor. Y también mienten, actúan e incluso desconocen sus verdaderos deseos.
El problema es que el espectador sólo ve un 10% de la vida que hay en escena. Igual que nosotros, ingenuos, que muchas veces sólo vemos la fachada de quien nos habla. Pero el personaje no solo es fachada. Tiene un subtexto, un inconsciente, un pensamiento que no cuenta pero que le altera y acciona. A veces pienso que es más real que el actor.
¿Alguien desea la muerte como quien desea un zumo de naranja? Desear la muerte es una apuesta muy elevada, una apuesta al límite. La cabeza, el corazón, el alma de quien desea la muerte han de estar marchitos, confusos, a punto de explotar. Y a los personajes también les pasa. Un personaje es exteriormente otro más, pero por dentro la bomba cuenta marcha atrás.
Paul, mi personaje, es víctima de una relación amor-odio. Porque el amor, sin él saberlo (¿cuántos somos inconscientes cuando estamos enamorados de ello?), está siempre de la mano del odio, y viceversa. Va a separarse de la persona a la que más ama por odio, pero por amor. "Te odio porque amándote no haces lo que yo quiero". Pero sólo se dará cuenta, como hacemos los de carne y hueso, cuando lo pierda.
Siempre nos fijamos en lo que nos falta cuando ya no está. Es el contraste.
Todos gritamos, aunque el contraste nos obligue a aparentar que todo va bien. O que no va tan mal. Y ellos también lo hacen.
Siento que estoy a medio camino entre un mundo de ficción y un mundo real. Los personajes son aparentemente tinta, pero lo que les pasa lo he visto dibujado también en la vida, y creo que nos podemos acercar más al ser humano entendiendo a esas figuras de papel.
Para entonces, me habré vuelto loco.
Sergio
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