Arte y Vida

Arte y Vida

lunes, 14 de marzo de 2011

No porque todo el mundo crea en una mentira se convierte en verdad.

Vivimos en una especie de gran falacia. Somos realmente ignorantes respecto a lo que nos rodea. Y no hablo de nuestro ámbito más íntimo, pues sería un tema a tratar bastante deprimente, sino de un ámbito mayor, bastante mayor.

Gracias a quien sea estoy estudiando Arte Dramático. Lógicamente, esto ha supuesto una elección (y, por tanto, ha supuesto desechar otras), de forma que estoy conociendo cosas de este ámbito que antes ni imaginaba.  No podéis imaginaros la cantidad de barreras que nos rodean. Creemos que hemos visto todo yendo al teatro para ver Romeo y Julieta o El lago de los cisnes, pero esto sólo constituye el 0.1% de la cantidad de géneros y espectáculos que nos rodean.

En clase de Danza y puesta en escena (una asignatura más que interesante), estamos viendo toda la danza moderna y contemporánea. Nombres conocidos, oídos... Pero apuesto cualquier cosa a que no has visto un espectáculo de danza contemporánea en directo, tal como de Cunningham (hacia el minuto 3.35), Nikolais o Pendleton. [Para los que busquéis que os guste, recomiendo el tercero]. Yo tampoco.

Pues señores, señoras, el arte evoluciona. Que en España tengamos que pagar 50 euros para ir a ver un ballet y 30 para ir a ver una obra de teatro, tales como los que he citado anteriormente, no quiere decir que en el resto del mundo nos hayamos anclado en "lo de siempre". Que no está mal, sin duda. De hecho, está mejor que bien. Pero ya basta de meterle a la sociedad en la cabeza que la danza son puntas y el teatro es verso. Que también existe la contemporaneidad en todos los sentidos de la palabra. Y que teatros como el Principal de Zaragoza o el Calderón de Valladolid se empeñen en mostrar un repertorio generalmente (siempre hay excepciones) clásico sin poder optar el público a ver diferentes tipos de espectáculo, no quiere decir que no exista. Imagino que grandes ciudades como Madrid tendrán más abanico de opciones. Pero España no es Madrid.

Y, por mucho que se insista, no creáis que El circo de los horrores es un espectáculo circense contemporáneo en el sentido innovador, diferente y con calidad. Y pongo este ejemplo porque, a pesar de que no sé de quién depende la publicidad, sí sé que esta puede ser fomentada por diferentes estratos. Y es precisamente horrible ver como se fomentan espectáculos como este por medio de la radio y demás, mientras espectáculos de salas alternativas o incluso los propios Teatros municipales tienen una publicidad prácticamente nula. (De nuevo, insisto en las dos ciudades en las que me baso).

Me consuela, sin embargo, este fin de semana pasado. Estuve en Madrid y, la verdad, fue genial visitar el centro. Te alegra ver tanto arte moviéndose por las calles. Y no hablo de calidad, sino de alegría. Es genial ver corros de gente alrededor de un mago, o de una persona disfrazada, o de un espectáculo de marionetas. Como también fue genial ver La sonrisa etrusca, protagonizada por Héctor Alterio y en la que (lo siento, tengo que decirlo), interviene mi profesor de Interpretación Carlos. La historia me pareció sublime. Y los actores también. Con decir que salí con una paz interior enorme (con lo que yo soy, que no paro de moverme)... Aunque sí es cierto, me confieso, que poco me duró la paz. En cuanto puse los pies en la tierra y me volví a dar cuenta de que había visto ni más ni menos a mi propio profesor hacer una interpretación increíble, reapareció esa energía en mi cuerpo que necesitaba sacar.

¿Existirá la suerte?

Sergio

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