Ser o no ser.
"Últimamente, no sé por qué, he perdido la alegría, he dejado todas mis actividades; y lo cierto es que me veo tan abatido que esta bella estructura que es la tierra me parece un estéril promontorio. Esta regia bóveda, el cielo, ¿veis?, este excelso firmamento, este techo majestuoso adornado con fuego de oro, todo esto me parece nada más que una asamblea de emanaciones pestilentes e inmundas. ¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Qué noble es su raciocinio! ¡Qué infinito en sus potencias! ¡Qué perfecto y admirable en forma y movimiento! ¡Cuán parecido a un ángel en sus actos y a un dios en su entendimiento! ¡La gala del mundo, el arquetipo de criaturas! Y sin embargo, ¿qué es para mí esta quintaesencia del polvo? El hombre no me agrada; no, tampoco la mujer."
El hombre no me agrada y tampoco la mujer, es cierto. Y sin embargo me invade cierta conmoción cuando veo sufrir a estas pequeñas bestias, porque están sumidas en un inmenso mar de dolor, y el nado continuo por salir de él es costoso. Pero no puedo hacer nada. O no quiero. Siento asco y repugnancia de mí mismo por ser quien soy y por sentirme también una pequeña bestia, mala donde las haya y contemplativa de este espectáculo macabro.
"¡Ah, qué innoble soy, qué mísero canalla! [...] Mas yo, vil desganado, me arrastro en la apatía como un soñador, impasible ante mi causa y sin decir palabra. [...] ¿Soy un cobarde?"
Vivir sumido en la oscuridad sin capacidad alguna para decir basta y poner punto final al desastre me vuelve más bestia. Mi lugar de descanso está entre los árboles, entre las montañas. El ruido de las ramas agitándose o el de los pájaros piando me tranquiliza, porque me recuerda que hay algo verdaderamente bello en esta gran masa gigante, algo vivo e inofensivo. Algo que sólo ve, oye y siente.
"¿Parece, señora? No: es. En mí no hay "parecer". No es mi capa negra, buena madre, ni mi constante luto riguroso, ni suspiros de un aliento entrecortado, no, ni ríos que manan de los ojos, ni expresión decaída de la cara, con todos los modos, formas y muestras de dolor, lo que puede retratarme; todo eso es "parecer", pues son gestos que se pueden simular. Lo que yo llevo dentro no se expresa; lo demás es ropaje de la pena".
Y esas ramas y esos pájaros me recuerdan que "soy" y que la máscara o capa negra sólo ocultan mi ser, no lo muestran, no lo imitan, no lo copian. No pueden. Porque si hay algo verdaderamente bello por lo que estamos en esta gran cáscara de nuez es porque tenemos la capacidad de ser y, por tanto, estar. Toda estilización más allá de ello está de más para vivir. Porque, a estas alturas, aún no hemos aprendido a vivir.
"Actúa, cerebro. He oído decir que unos culpables que asistían al teatro se han impresionado a tal extremo con el arte de la escena que al instante han confesado sus delitos. [...] Haré que estos actores reciten [...]. Observaré sus gestos, le hurgaré la herida. Al menor sobresalto ya sé qué hacer. [...] el teatro es la red que atrapará la conciencia."
Tengo un arma y voy a usarla. Si lo palpable se nos escapa puedo echar mano del reflejo. Pero pienso sustraer toda impureza del ensuciado ser de las personas, aunque tenga que permanecer yo en la cueva. Hay que ponerle voluntad a la pureza. No podemos permanecer impasibles ante el sufrimiento de nuestros semejantes. Ni ante el nuestro. Hay que salir fuera y luchar, porque sólo hay tres opciones: ser bueno o ser malo o no ser nada.
Yo soy malo.
Sergio, con Hamlet
Arte y Vida
sábado, 31 de diciembre de 2011
sábado, 17 de diciembre de 2011
De cero a uno hay un infinito.
Ya hablaba hace un par de semanas con una compañera de clase que si el año pasado constituyó nuestro "renacimiento" como personas no sólo de teatro, este va a constituir el "descubrimiento" de lo que somos y no somos, de lo que tenemos y lo que nos falta. O al menos esa es mi impresión.
Y es que, visto en frío, el renacimiento constituye algo más bien cómodo, bonito y agradable, porque pasar de la nada al algo es una cosa más que reconfortante, porque si es cierto que descubres muchas cosas, la mayoría no son difíciles de asimilar, y es que entrar en el aula vacío y salir con cuatro grandes bolsas llenas de cosas no puede dejar de sorprenderte y de sacarte una sonrisa placentera. Renaciendo he tomado mi primer contacto con este mágico mundo en el que estoy metido, y he visto que todas las posibilidades de las que me nutro ya no sólo como estudiante de Arte Dramático sino como persona son inmensas y maravillosas.
Pero esta línea de acción, si no es que desaparezca, sí disminuye. Si es cierto que Miguel Ángel murió "todavía aprendiendo", también es verdad que la sensación de descubrir un nuevo mundo no es algo que nos es brindado todos los días. No puedo esperar de mi carrera (por usar un sustantivo común) una sorpresa, comodidad y alegría constantes, porque existen jornadas más o menos planas, más o menos complejas y más o menos especiales. Lo que tengo que apreciar es que cada jornada es nueva y, necesariamente, he de encontrar aunque sea un granito de oro entre millones de granitos de arena, porque lo hay. Y sólo apropiándome de ese granito y guardándolo en bolsas llegaré a juntar muchos de ellos.
La magia en mi trabajo está, y es lo que me hace sentirme especial (¡qué suerte tengo!, pienso); el esfuerzo y las ganas por conseguir alcanzar mis sueños están, y es lo que me hace sentirme más especial (¡cuánto más de suerte tengo!, pienso). Porque si hay algo en mí de lo que esté especialmente orgulloso es que mientras mi cabeza se ocupa de soñar, siempre con los pies en el suelo, mi cuerpo está en un trabajo constante por conseguirlo. Y hasta ahora he sido afortunado. Al menos en lo que más quiero en esta vida, que es lo que algunos llaman teatro.
A veces pienso que es mi único acompañante fiel, porque es el único que no habla de él, de él y de él, sino que me escucha y me nutre. Anda que si me nutre: solo con esto me es imposible no sacar una pequeñita sonrisa y una pequeñita lágrima de emoción: Alegría. ¿Alguien puede decirme que esto no es mágico? Cuando acudo a este vídeo algo dentro de mí se mueve. Cuanto amor se ve, y cuanto de recompensa al ver a la gente sonreír...
Es imposible no sentirme afortunado. Os aseguro que tengo ahí guardado, en mis sacos, imágenes tan bellas que absolutamente nadie va a poder robarme. Lo único que quiero hacer es compartirlas.
Y lo pienso hacer. Soy una persona inteligente.
Hace casi un año salía de una tutoría con una persona muy especial. Me sentí volar. Estoy seguro de que ese día pude parar el mundo, porque toda la energía del mismo se concentró en mi estómago. Vale, no os chivéis, sé que sólo fue una sensación. Pero una de las mejores que he tenido en la vida.
Este año sé que de cero a uno hay un infinito. Y que de uno a dos sólo la mitad. Gracias, Carlos.
Sergio
Ya hablaba hace un par de semanas con una compañera de clase que si el año pasado constituyó nuestro "renacimiento" como personas no sólo de teatro, este va a constituir el "descubrimiento" de lo que somos y no somos, de lo que tenemos y lo que nos falta. O al menos esa es mi impresión.
Y es que, visto en frío, el renacimiento constituye algo más bien cómodo, bonito y agradable, porque pasar de la nada al algo es una cosa más que reconfortante, porque si es cierto que descubres muchas cosas, la mayoría no son difíciles de asimilar, y es que entrar en el aula vacío y salir con cuatro grandes bolsas llenas de cosas no puede dejar de sorprenderte y de sacarte una sonrisa placentera. Renaciendo he tomado mi primer contacto con este mágico mundo en el que estoy metido, y he visto que todas las posibilidades de las que me nutro ya no sólo como estudiante de Arte Dramático sino como persona son inmensas y maravillosas.
Pero esta línea de acción, si no es que desaparezca, sí disminuye. Si es cierto que Miguel Ángel murió "todavía aprendiendo", también es verdad que la sensación de descubrir un nuevo mundo no es algo que nos es brindado todos los días. No puedo esperar de mi carrera (por usar un sustantivo común) una sorpresa, comodidad y alegría constantes, porque existen jornadas más o menos planas, más o menos complejas y más o menos especiales. Lo que tengo que apreciar es que cada jornada es nueva y, necesariamente, he de encontrar aunque sea un granito de oro entre millones de granitos de arena, porque lo hay. Y sólo apropiándome de ese granito y guardándolo en bolsas llegaré a juntar muchos de ellos.
La magia en mi trabajo está, y es lo que me hace sentirme especial (¡qué suerte tengo!, pienso); el esfuerzo y las ganas por conseguir alcanzar mis sueños están, y es lo que me hace sentirme más especial (¡cuánto más de suerte tengo!, pienso). Porque si hay algo en mí de lo que esté especialmente orgulloso es que mientras mi cabeza se ocupa de soñar, siempre con los pies en el suelo, mi cuerpo está en un trabajo constante por conseguirlo. Y hasta ahora he sido afortunado. Al menos en lo que más quiero en esta vida, que es lo que algunos llaman teatro.
A veces pienso que es mi único acompañante fiel, porque es el único que no habla de él, de él y de él, sino que me escucha y me nutre. Anda que si me nutre: solo con esto me es imposible no sacar una pequeñita sonrisa y una pequeñita lágrima de emoción: Alegría. ¿Alguien puede decirme que esto no es mágico? Cuando acudo a este vídeo algo dentro de mí se mueve. Cuanto amor se ve, y cuanto de recompensa al ver a la gente sonreír...
Es imposible no sentirme afortunado. Os aseguro que tengo ahí guardado, en mis sacos, imágenes tan bellas que absolutamente nadie va a poder robarme. Lo único que quiero hacer es compartirlas.
Y lo pienso hacer. Soy una persona inteligente.
Hace casi un año salía de una tutoría con una persona muy especial. Me sentí volar. Estoy seguro de que ese día pude parar el mundo, porque toda la energía del mismo se concentró en mi estómago. Vale, no os chivéis, sé que sólo fue una sensación. Pero una de las mejores que he tenido en la vida.
Este año sé que de cero a uno hay un infinito. Y que de uno a dos sólo la mitad. Gracias, Carlos.
Sergio
jueves, 8 de diciembre de 2011
La risa que nos hace comprender.
Tras haber creado junto a la ayuda de tres profesores de mi Escuela (Adrián Pradier, Rosa Sanz y Javier Jacobo) el I Seminario Permanente de Arte y Humanidades de la ESADCyL, no puedo decir otra cosa sino que estoy bastante orgulloso de haber participado en su construcción y ser uno de los coordinadores del mismo. Creo que esta opción va a constituir un complemento que servirá como apoyo a nuestras enseñanzas artísticas a parte de ayudar a crear un espacio de reflexión y debate común con ponentes más que interesantes. Haré un poco de propaganda: os dejo aquí el link.
El primer invitado al Seminario fue Sixto José Castro Rodríguez, doctor en filosofía, bachiller en teología y titulado en órgano, actual profesor de Estética y Teoría de las Artes en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Valladolid. Un hombro ejemplar, de verdad, algo impresionante. Durante la ponencia no podía estar de otra forma más que con la boca abierta de ver tanto saber en una persona. ¡Qué cosas!
Y esta primera ponencia trataba de la risa. Una risa que podemos dividir en dos tipos diferentes: la risa Duchenne, que es la que nos causa placer y genera humor, produciéndose tras haber entendido el "chiste"; y la risa No Duchenne, la cual funciona como lubricante de la interacción social, de forma que aunque no hayamos entendido ese "chiste", nos reímos para suavizar las tensiones sociales.
La comedia no es sino la cara inversa a la tragedia. Existe un puente entre ambas, de forma que aparece el llanto o la risa cuando el lenguaje no llega a expresar lo que sentimos, funcionando ambas como medios que nos permiten liberar toda tensión acumulada (tensión no gratuita, pues reprimirla ya nos genera un gasto de energía). Y esta represión va en aumento gradual conforme crecemos, pues la edad nos aporta mayor conciencia del mundo en que vivimos, de forma que nos vemos obligados a guardar todo comportamiento o actitud que la sociedad considera que está fuera de lugar, que es inútil, ridícula o un largo etcétera. Es así como, una vez más, podemos darnos cuenta de que nuestras más básicas vías de escape son elementos que nada tienen que ver con nuestro control mental, sino que son impulsos que la mayoría de las veces (cuando es risa Duchenne) nos son involuntarios, siendo solo controlados cuando influye el intelecto, el bloqueo o restricción de nuestro yo más básico (risa No Duchenne).
En fin, es así como la sociedad funciona como opresora de las propias reacciones a veces vitales del ser humano. En la risa hay sin duda un elemento cultural que nos estipula de qué podemos reírnos, donde, cuándo y cómo.
Y no somos libres de nuestra risa, la cual viene a veces cuando no queremos o se escapa cuando queremos que esté. Cuando se produce una risa de acogida, tratamos de reírnos forzadamente para no ser excluidos de un grupo que, al contrario que yo, ha sabido descodificar ese elemento cómico. Y digo yo, ¿cuánto hay en el teatro de risa Duchenne y cuanto de risa No Duchenne? Porque una reacción de risa forzada a un acto escénico puede ser la muerte de la realidad imaginaria, de forma que el espectador se siente constreñido por ese grupo social, ahora "superior" a él, y pasa a centrar su atención no en la escena sino en él mismo como "inferior o ridículo" y en el resto del grupo como "superior". Aunque por otro lado, este punto de vista propio tan lejano puede favorecer, si es el cometido del director o dramaturgo, el conseguir que el espectador se mire al espejo como un "otro" en la sociedad, incluso inferior a ella.
Ahora bien, ¿por qué nos reímos? ¿Por superioridad a lo que vemos, según Hobbes? ¿Por identificación? ¿Por la contemplación de hechos incongruentes, según Schopenhauer? ¿Por la represión de comportamientos vitales, según Bergson? ¿Por la contemplación de pequeñas tragedias a las que somos ajenos? ¿Por hechos con finalidad sin fin, tal y como habla Kant de la belleza?
En definitiva, como dijo Sixto, si algo podemos tomar de la risa es que gracias a ella el mundo es menos frío, nos permite vivir no de forma indiferente sino disfrutando de su acompañamiento, pudiendo instalarnos en él con más seguridad. Y es que "nadie debería tomarse la vida tan en serio como para olvidar reírse de sí mismo", nos dice R.S. Sharma.
Porque la risa nos ayuda a retroceder a nuestro estado infantil. Y eso es genial.
Sergio
Tras haber creado junto a la ayuda de tres profesores de mi Escuela (Adrián Pradier, Rosa Sanz y Javier Jacobo) el I Seminario Permanente de Arte y Humanidades de la ESADCyL, no puedo decir otra cosa sino que estoy bastante orgulloso de haber participado en su construcción y ser uno de los coordinadores del mismo. Creo que esta opción va a constituir un complemento que servirá como apoyo a nuestras enseñanzas artísticas a parte de ayudar a crear un espacio de reflexión y debate común con ponentes más que interesantes. Haré un poco de propaganda: os dejo aquí el link.
El primer invitado al Seminario fue Sixto José Castro Rodríguez, doctor en filosofía, bachiller en teología y titulado en órgano, actual profesor de Estética y Teoría de las Artes en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Valladolid. Un hombro ejemplar, de verdad, algo impresionante. Durante la ponencia no podía estar de otra forma más que con la boca abierta de ver tanto saber en una persona. ¡Qué cosas!
Y esta primera ponencia trataba de la risa. Una risa que podemos dividir en dos tipos diferentes: la risa Duchenne, que es la que nos causa placer y genera humor, produciéndose tras haber entendido el "chiste"; y la risa No Duchenne, la cual funciona como lubricante de la interacción social, de forma que aunque no hayamos entendido ese "chiste", nos reímos para suavizar las tensiones sociales.
La comedia no es sino la cara inversa a la tragedia. Existe un puente entre ambas, de forma que aparece el llanto o la risa cuando el lenguaje no llega a expresar lo que sentimos, funcionando ambas como medios que nos permiten liberar toda tensión acumulada (tensión no gratuita, pues reprimirla ya nos genera un gasto de energía). Y esta represión va en aumento gradual conforme crecemos, pues la edad nos aporta mayor conciencia del mundo en que vivimos, de forma que nos vemos obligados a guardar todo comportamiento o actitud que la sociedad considera que está fuera de lugar, que es inútil, ridícula o un largo etcétera. Es así como, una vez más, podemos darnos cuenta de que nuestras más básicas vías de escape son elementos que nada tienen que ver con nuestro control mental, sino que son impulsos que la mayoría de las veces (cuando es risa Duchenne) nos son involuntarios, siendo solo controlados cuando influye el intelecto, el bloqueo o restricción de nuestro yo más básico (risa No Duchenne).
En fin, es así como la sociedad funciona como opresora de las propias reacciones a veces vitales del ser humano. En la risa hay sin duda un elemento cultural que nos estipula de qué podemos reírnos, donde, cuándo y cómo.
Y no somos libres de nuestra risa, la cual viene a veces cuando no queremos o se escapa cuando queremos que esté. Cuando se produce una risa de acogida, tratamos de reírnos forzadamente para no ser excluidos de un grupo que, al contrario que yo, ha sabido descodificar ese elemento cómico. Y digo yo, ¿cuánto hay en el teatro de risa Duchenne y cuanto de risa No Duchenne? Porque una reacción de risa forzada a un acto escénico puede ser la muerte de la realidad imaginaria, de forma que el espectador se siente constreñido por ese grupo social, ahora "superior" a él, y pasa a centrar su atención no en la escena sino en él mismo como "inferior o ridículo" y en el resto del grupo como "superior". Aunque por otro lado, este punto de vista propio tan lejano puede favorecer, si es el cometido del director o dramaturgo, el conseguir que el espectador se mire al espejo como un "otro" en la sociedad, incluso inferior a ella.
Ahora bien, ¿por qué nos reímos? ¿Por superioridad a lo que vemos, según Hobbes? ¿Por identificación? ¿Por la contemplación de hechos incongruentes, según Schopenhauer? ¿Por la represión de comportamientos vitales, según Bergson? ¿Por la contemplación de pequeñas tragedias a las que somos ajenos? ¿Por hechos con finalidad sin fin, tal y como habla Kant de la belleza?
En definitiva, como dijo Sixto, si algo podemos tomar de la risa es que gracias a ella el mundo es menos frío, nos permite vivir no de forma indiferente sino disfrutando de su acompañamiento, pudiendo instalarnos en él con más seguridad. Y es que "nadie debería tomarse la vida tan en serio como para olvidar reírse de sí mismo", nos dice R.S. Sharma.
Porque la risa nos ayuda a retroceder a nuestro estado infantil. Y eso es genial.
Sergio
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