Arte y Vida

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jueves, 8 de diciembre de 2011

La risa que nos hace comprender.

Tras haber creado junto a la ayuda de tres profesores de mi Escuela (Adrián Pradier, Rosa Sanz y Javier Jacobo) el I Seminario Permanente de Arte y Humanidades de la ESADCyL, no puedo decir otra cosa sino que estoy bastante orgulloso de haber participado en su construcción y ser uno de los coordinadores del mismo. Creo que esta opción va a constituir un complemento que servirá como apoyo a nuestras enseñanzas artísticas a parte de ayudar a crear un espacio de reflexión y debate común con ponentes más que interesantes. Haré un poco de propaganda: os dejo aquí el link.

El primer invitado al Seminario fue Sixto José Castro Rodríguez, doctor en filosofía, bachiller en teología y titulado en órgano, actual profesor de Estética y Teoría de las Artes en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Valladolid. Un hombro ejemplar, de verdad, algo impresionante. Durante la ponencia no podía estar de otra forma más que con la boca abierta de ver tanto saber en una persona. ¡Qué cosas!

Y esta primera ponencia trataba de la risa. Una risa que podemos dividir en dos tipos diferentes: la risa Duchenne, que es la que nos causa placer y genera humor, produciéndose tras haber entendido el "chiste"; y la risa No Duchenne, la cual funciona como lubricante de la interacción social, de forma que aunque no hayamos entendido ese "chiste", nos reímos para suavizar las tensiones sociales.

La comedia no es sino la cara inversa a la tragedia. Existe un puente entre ambas, de forma que aparece el llanto o la risa cuando el lenguaje no llega a expresar lo que sentimos, funcionando ambas como medios que nos permiten liberar toda tensión acumulada (tensión no gratuita, pues reprimirla ya nos genera un gasto de energía). Y esta represión va en aumento gradual conforme crecemos, pues la edad nos aporta mayor conciencia del mundo en que vivimos, de forma que nos vemos obligados a guardar todo comportamiento o actitud que la sociedad considera que está fuera de lugar, que es inútil, ridícula o un largo etcétera. Es así como, una vez más, podemos darnos cuenta de que nuestras más básicas vías de escape son elementos que nada tienen que ver con nuestro control mental, sino que son impulsos que la mayoría de las veces (cuando es risa Duchenne) nos son involuntarios, siendo solo controlados cuando influye el intelecto, el bloqueo o restricción de nuestro yo más básico (risa No Duchenne).

En fin, es así como la sociedad funciona como opresora de las propias reacciones a veces vitales del ser humano. En la risa hay sin duda un elemento cultural que nos estipula de qué podemos reírnos, donde, cuándo y cómo.

Y no somos libres de nuestra risa, la cual viene a veces cuando no queremos o se escapa cuando queremos que esté. Cuando se produce una risa de acogida, tratamos de reírnos forzadamente para no ser excluidos de un grupo que, al contrario que yo, ha sabido descodificar ese elemento cómico. Y digo yo, ¿cuánto hay en el teatro de risa Duchenne y cuanto de risa No Duchenne? Porque una reacción de risa forzada a un acto escénico puede ser la muerte de la realidad imaginaria, de forma que el espectador se siente constreñido por ese grupo social, ahora "superior" a él, y pasa a centrar su atención no en la escena sino en él mismo como "inferior o ridículo" y en el resto del grupo como "superior". Aunque por otro lado, este punto de vista propio tan lejano puede favorecer, si es el cometido del director o dramaturgo, el conseguir que el espectador se mire al espejo como un "otro" en la sociedad, incluso inferior a ella.

Ahora bien, ¿por qué nos reímos? ¿Por superioridad a lo que vemos, según Hobbes? ¿Por identificación? ¿Por la contemplación de hechos incongruentes, según Schopenhauer? ¿Por la represión de comportamientos vitales, según Bergson? ¿Por la contemplación de pequeñas tragedias a las que somos ajenos? ¿Por hechos con finalidad sin fin, tal y como habla Kant de la belleza?

En definitiva, como dijo Sixto, si algo podemos tomar de la risa es que gracias a ella el mundo es menos frío, nos permite vivir no de forma indiferente sino disfrutando de su acompañamiento, pudiendo instalarnos en él con más seguridad. Y es que "nadie debería tomarse la vida tan en serio como para olvidar reírse de sí mismo", nos dice R.S. Sharma.

Porque la risa nos ayuda a retroceder a nuestro estado infantil. Y eso es genial.

Sergio

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