Arte y Vida

Arte y Vida

sábado, 31 de diciembre de 2011

Ser o no ser.

"Últimamente, no sé por qué, he perdido la alegría, he dejado todas mis actividades; y lo cierto es que me veo tan abatido que esta bella estructura que es la tierra me parece un estéril promontorio. Esta regia bóveda, el cielo, ¿veis?, este excelso firmamento, este techo majestuoso adornado con fuego de oro, todo esto me parece nada más que una asamblea de emanaciones pestilentes e inmundas. ¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Qué noble es su raciocinio! ¡Qué infinito en sus potencias! ¡Qué perfecto y admirable en forma y movimiento! ¡Cuán parecido a un ángel en sus actos y a un dios en su entendimiento! ¡La gala del mundo, el arquetipo de criaturas! Y sin embargo, ¿qué es para mí esta quintaesencia del polvo? El hombre no me agrada; no, tampoco la mujer."

El hombre no me agrada y tampoco la mujer, es cierto. Y sin embargo me invade cierta conmoción cuando veo sufrir a estas pequeñas bestias, porque están sumidas en un inmenso mar de dolor, y el nado continuo por salir de él es costoso. Pero no puedo hacer nada. O no quiero. Siento asco y repugnancia de mí mismo por ser quien soy y por sentirme también una pequeña bestia, mala donde las haya y contemplativa de este espectáculo macabro.

"¡Ah, qué innoble soy, qué mísero canalla! [...] Mas yo, vil desganado, me arrastro en la apatía como un soñador, impasible ante mi causa y sin decir palabra. [...] ¿Soy un cobarde?"

Vivir sumido en la oscuridad sin capacidad alguna para decir basta y poner punto final al desastre me vuelve más bestia. Mi lugar de descanso está entre los árboles, entre las montañas. El ruido de las ramas agitándose o el de los pájaros piando me tranquiliza, porque me recuerda que hay algo verdaderamente bello en esta gran masa gigante, algo vivo e inofensivo. Algo que sólo ve, oye y siente.

"¿Parece, señora? No: es. En mí no hay "parecer". No es mi capa negra, buena madre, ni mi constante luto riguroso, ni suspiros de un aliento entrecortado, no, ni ríos que manan de los ojos, ni expresión decaída de la cara, con todos los modos, formas y muestras de dolor, lo que puede retratarme; todo eso es "parecer", pues son gestos que se pueden simular. Lo que yo llevo dentro no se expresa; lo demás es ropaje de la pena".

Y esas ramas y esos pájaros me recuerdan que "soy" y que la máscara o capa negra sólo ocultan mi ser, no lo muestran, no lo imitan, no lo copian. No pueden. Porque si hay algo verdaderamente bello por lo que estamos en esta gran cáscara de nuez es porque tenemos la capacidad de ser y, por tanto, estar. Toda estilización más allá de ello está de más para vivir. Porque, a estas alturas, aún no hemos aprendido a vivir.

"Actúa, cerebro. He oído decir que unos culpables que asistían al teatro se han impresionado a tal extremo con el arte de la escena que al instante han confesado sus delitos. [...] Haré que estos actores reciten [...]. Observaré sus gestos, le hurgaré la herida. Al menor sobresalto ya sé qué hacer. [...] el teatro es la red que atrapará la conciencia."

Tengo un arma y voy a usarla. Si lo palpable se nos escapa puedo echar mano del reflejo. Pero pienso sustraer toda impureza del ensuciado ser de las personas, aunque tenga que permanecer yo en la cueva. Hay que ponerle voluntad a la pureza. No podemos permanecer impasibles ante el sufrimiento de nuestros semejantes. Ni ante el nuestro. Hay que salir fuera y luchar, porque sólo hay tres opciones: ser bueno o ser malo o no ser nada.

Yo soy malo.

Sergio, con Hamlet

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