Arte y Vida

Arte y Vida

jueves, 16 de febrero de 2012

Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego.

Qué mente, qué carácter, qué fuerza, qué vitalidad y cuantas ganas de seguir adelante las de José Luis Sampedro. Creo que es una de las personas a las que más admiro hoy día y desde luego no es para menos, porque cada vez que escucho sus palabras recibo una gran lección moral no sin ponerme los pelos de punta.

Estamos anclados. Mientras nuestros recursos y posibilidades avanzan a una velocidad espeluznante, nosotros aún estamos sentados, iba a decir esperando pero para qué decirlo si ni eso hacemos, observando conscientemente cómo el rollo de alfombra se acaba. Pero no llego a concluir una lógica equiparable a lo que ocurre, no lo consigo: al igual que es imposible comprender cómo una madre puede dejar morir a su niño cuando está en sus manos salvarle. Es algo que se me escapa.

Hace tiempo me pregunté a mí mismo a cerca de mis creencias. Sorpresa la mía cuando llegué a la conclusión de que me considero creyente, pero creyente de mi propia religión. Si hay un Ser superior que sustenta al Ser humano, algo o alguien que marca la línea por la que caminamos y del que no podemos prescindir, ese será la Naturaleza. De todo podemos prescindir que no sea el aire para respirar o el agua para vivir u otra serie de elementos primarios necesarios para sostenernos en pie. Incluso puedes prescindir de un brazo, pero no de la Naturaleza. Y es curioso que esto, un hecho tan palpable, objetivo y simple, no llegue a cuajar en nuestras cabezas: seguimos obcecados en no levantarnos del asiento, porque adornando de pulseras nuestro prescindible brazo, nos lo pasamos muy bien; colmando de cuentos nuestra cabeza, también (y hago un pequeño inciso: me parece muy bonito y atrayente que creamos depender de un Dios pero, por favor, no hagamos apología de ello. Ni siquiera centremos toda nuestra atención ahí porque no deja de ser un hecho para nada palpable que confunde lo verdaderamente obvio); o simplemente disfrutando del calor individual a expensas del trabajo de otros.

Hemos diseñado una estructura particular a la que hemos primado de importancia, de forma que mientras mi estructura sea punta de lanza, no hay de qué preocuparse. Pero no podemos olvidar que los recursos de los que se vale esa estructura están en aras del deshecho, de la contaminación, de la explotación, etc., y no se triplican. El despilfarro diario está constituyendo el destrozo del Medio Ambiente. Estamos agotando nuestro combustible, y no va a aguantar mucho tiempo. Las pretensiones de seguir abusando de todo aquello de lo que prescindimos para el único fin de darle brillo a nuestra inútil estructura individual van a estrellarse en un plazo que nosotros mismos vamos a contemplar. Y entonces ya no habrá vuelta atrás. Y  es que un avance para mí es un retraso para la Tierra. De todas formas, "cuando hayamos cortado el último arbol, contaminado el último rio y pescado el último pez, nos daremos cuenta de que el dinero no se puede comer."

Constituimos el principal tumor de este bello organismo que es la Tierra y un mismo cuerpo dividido no puede traer nada bueno. "La explotan los que tienen. [...] El 20% de la humanidad disfruta del 80% de los recursos de la tierra, mientras que el 80% de la humanidad no tiene más que el 20% para ella." Somos egoístas por naturaleza y nuestro ombligo va siempre por delante. No hemos sabido escuchar ni a ese 80% que nos grita ni a esos bellos recursos que nos sustentan: pero no nos preocupemos. Seguiremos dirigiendo todas nuestras fuerzas hacia nuestro ombligo, y mientras que el tumor vaya creciendo, nosotros estaremos demasiado ocupados en disfrutar de un banal partido de fútbol, de un banal programa de cotilleo o de un banal cuento mitológico -cuidado, muy respetables (pero nunca lo suficiente como para dirigir toda nuestra energía a ello. Y pasa)- viendo sólo lo que nos quieren enseñar.

Total, estamos hechos para la autodestrucción. Somos primitivos por naturaleza, nos picoteamos para sobrevivir. Nuestro ser más superficial se eleva a terrenos abominables mientras que lo más profundo de nosotros mismos está arraigado a algo muy primario sin posibilidad de cambio.

"Tenéis, no el derecho a la vida, el deber de vivir. Nos han dado una vida y tenemos que vivirla [...] y dar vida a esa vida que tenemos. [...] Y, al mismo tiempo, contribuir a la educación, abrir los ojos de tanta gente a que piensen más libremente. [...] Trabajar como en federación, por grupos pequeños que se dedican a lo que les gusta (porque trabajar en lo que a uno le gusta no es trabajo, es vida). [...] Que se dediquen a lo que sea pero que lo hagan siempre pensando en orientarnos. [...] Tenemos que querer que el mundo se civilice, porque con toda su tremenda técnica, la humanidad sigue matándose los unos a los otros como hace dos mil años [...] y que podamos vivir juntos."

"Es increíble que la Naturaleza pida a gritos ayuda, pero más increíble es que nadie la escuche."

Sergio

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