Arte y Vida

Arte y Vida

viernes, 4 de febrero de 2011

El teatro no es acción. Es reacción.

Al parecer, esta es la semana de comentar actualizaciones anteriores:

- En mi actualización anterior empecé y terminé hablando de los extremos, diciendo que no son cómodos. Pensando, me di cuenta de que no era del todo cierto, por lo que cambié parte de la actualización planteándola de otra forma.

Realmente, creo que para un ser humano no es bueno vivir en extremos sino que debe tratar de buscar un punto medio y moderado, por comodidad y bienestar, entre otras cosas. Sin embargo, me dije a mí mismo ¿y qué es el teatro sino extremos?

Como creo haber comentado en actualizaciones anteriores, al público no le interesa ver cómo se crea el conflicto de una obra de teatro. Le interesa verlo ya empezado, le interesa una obra que comienza in media res, es decir, que comienza en su punto más álgido. Como ejemplo, Luces de Bohemia. ¿Os habéis fijado en como empieza este magnífico esperpento? "Vuelve a leerme la carta del Buey Apis", dice Max. ¡El conflicto ya está en marcha! No interesa presentarle al espectador la lectura de esa carta sino la reacción que el personaje tiene de ésta.

Así, puede decirse que el actor siempre trabaja a partir un conflicto en marcha provocado por circunstancias dadas  (ya sea por él mismo, por el dramaturgo, por el director...). De hecho, eso es lo que trabajamos en Interpretación (a través del deseo concreto aquí y ahora que el protagonista quiere del antagonista, se genera un conflicto en el momento en que este último necesita no concederle el deseo. Y, este conflicto, está en marcha, pues lo que mostramos en la improvisación en clase, viene antepuesto por otra serie de conflictos (dos, tres, seis, veinte...) en que ya ha habido un acercamiento entre el deseo del protagonista y la necesidad de no conceder del antagonista). Así, pongamos que la improvisación en clase es la propia obra de teatro. Por lo tanto, nosotros, los actores, debemos entrar a escena en esa improvisación habiendo trabajado a través del resto de conflictos anteriores. No es lo mismo mostrarle al público la primera vez que el protagonista habla con el antagonista para pedirle el deseo (pues el protagonista tiene que dar todas sus razones de por qué pide y el antagonista dar todas de por qué no concede, es decir, aburrimos al público) que mostrar la séptima vez que el protagonista pide (que, si os imagináis, con una simple mirada se habla).

Un actor no entra en escena accionando. Un actor entra en escena reaccionando a unas circunstancias ya dadas para, una vez dentro, seguir reaccionando a diferentes estímulos.

Y con todo esto quiero decir que lo que se muestra en escena son siempre situaciones extremas. Extremo no en el aspecto de la exageración, sino en el aspecto de lo interesante para el espectador (en otras palabras, ir al grano).

Pensarlo vosotros mismos. ¿Qué os estimula más? ¿Un Edipo rey que comienza buscando al culpable del asesinato de Layo, o un Edipo rey que cuenta todos los antecedentes para llegar en mitad de la obra a la búsqueda del asesino de Layo? ¡Menudo aburrimiento entonces!

Sergio

No hay comentarios:

Publicar un comentario