Arte y Vida

Arte y Vida

domingo, 27 de febrero de 2011

La realidad es más real en blanco y negro.

Tengo que dedicar una entrada a Angélica Liddell. Ayer fui a ver un espectáculo suyo, El año de Ricardo, inspirada en Ricardo III, de Shakespeare.

Haciendo una breve introducción, decir que es una psicóloga, actriz y dramaturgo del repertorio español. Apuesta por un arte muy crítico donde el dolor, el odio y el desprecio serán elementos principales. Un arte dedicado a nuestros amigos los "emo". Ira, ganas de morir, de no estar en ningún sitio... Antes de seguir, parad y ver este vídeo de uno de sus espectáculos, Anfaegtelse.

Son imágenes extremas, sin duda, pero su obra no se resume a ello. Y, sobre todo, no lo hace porque sí. Todo tiene una justificación. En el escenario nada es indiferente. Pero, ¿alguien de vosotros piensa que esto es excesivo o que no tiene ningún sentido?

Me referiré a vosotros, como haría Angélica Liddel, llamándoos "hijos de puta". Ayer, ya en su entrada a escena, dejó bien claro el desprecio que emana de su interior hacia el espectador y, en definitiva, a todo lo que le rodea: nos dedicó un bonito dedo corazón aclarándonos que le importamos una auténtica "mierda" y que no trabaja para nosotros. ¿Por qué hace teatro entonces?

"El teatro es lo único que me impide pegarme un tiro", comenta en una de sus entrevistas. Y porque, como bien dijo ayer en escena, ella no demanda escritos, sino acción. Es una persona que tiende a ver lo podrido de las cosas, tiene una visión pesimista del mundo. Observa la otra cara de la moneda. Cuando la sociedad y el mundo quiere y nos hace ver lo bonito de las cosas, ella nos muestra la otra cruda realidad de lo que nos rodea, que no es poca. Tendemos al ensimismamiento, pasando por alto la realidad de lo que nos rodea y poniéndonos una máscara para justificarnos a nosotros mismos que todo va bien, que nosotros vamos bien y que andamos en un camino hacia un futuro mejor. ¡Y una mierda! Escuchad, valientes, escuchad...

Destacar, volviendo a la performance de ayer, una reacción que mantuvo el público desde el comienzo hasta el final de la obra y que estuvo rechinando mis adentros continuamente. ¡El público no paraba de reírse! ¿Podemos considerar la performance de ayer como comedia?

Para nada, pienso yo. De hecho, Angélica, en una de sus entrevistas, critica el mal entendimiento de una de sus obras que, poniéndola en escena, se entendió como comedia. Se pusieron en juego temas reales muy duros en relación a la política, a la Iglesia, al ser humano, etc. Así pues, ¿por qué narices se reían? Porque la comedia apela al intelecto y busca la confirmación del espectador de hechos reales que él mismo entiende, afirma y reconoce, haciéndose así una crítica que el espectador acepta, asume y la ve como propia. ¿Y es cómico ver como propio y afirmar la matanza de judíos como objeto de entretenimiento? Es muy pobre. Quizá es que, como dice mi profesor de Historia, "el sentido del humor es lo único que nos salva de volvernos locos". Quizá es que Angélica Liddell tuvo en su momento el valor de desprenderse del humor enfrentándose a esa locura que una de las caras de la moneda nos ofrece. Y eso es realidad. Asumir que existen dos caras en una misma moneda y que ninguna nos es ajena. Y que, precisamente por ensimismarnos, por ver sólo la cara bonita de la moneda y por apoyarnos en el humor como medio de evitar la locura, está creciendo la cara oscura de la moneda.

Pero no os preocupéis. Seguiremos viendo al cuerdo loco. Seguiremos buscando la comodidad. Seguiremos ensimismados. Y seguiremos viendo una realidad blanca. Solo hasta que, al final del camino, no veamos nada.

Señores, qué triste.

Sergio

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